19 de abril de 2017. El día había llegado.
Nos sentíamos preparados. Nos habíamos pasado semanas practicando en la página de inmigración de Nueva Zelanda con la nacionalidad italiana, ya que ellos no tienen límite de plazas, como tenemos los Españoles.
Las respuestas estaban preguardadas en Google Chrome y haciendo click en cada casilla ya aparecían. Conseguíamos cubrir todo el cuestionario en dos minutos y medio. En la habitación donde teníamos el router, dispusimos tres ordenadores y una tablet. Nos sentíamos como hackers planeando un ataque al pentágono. Con tal despliegue de medios nuestras plazas estaban prácticamente aseguradas, ¿no?
Media hora antes de que se abriese el plazo ya estábamos en nuestros puestos, actualizando la página a cada momento con la mirada fija en el reloj. Ni en Nochevieja, cuando Ramón García está con su capa explicándote que antes de las campanadas vienen los cuartos, hay tanta expectación porque lleguen las 12.
Y las 12 llegaron. Y el cuestionario apareció ante nuestros ojos. Y la conexión se cayó. Y la histeria se desató.
Esto va a pasar, no entréis en pánico. Esperad sin tocar nada, no hagáis como servidora y reventéis el botón de actualizar. Es difícil resistir la tentación, pero es lo mejor. ¡Volverá!
Como alternativa, al parecer la web está optimizada para dispositivos móviles así que tal vez no sea mala idea tirar de smartphone o tablet. Mi novio la consiguió así y yo, si pudiera repetir el proceso, también lo haría así.
20 agónicos minutos después mi pareja finalizó el pago. ¡Un visado conseguido! Ya estábamos más cerca. Cuando él acabó se puso a ayudarme a mí y en cada ordenador íbamos completando un apartado distinto hasta que, en el penúltimo paso, aparecieron unas pequeñas letras rojas en la pantalla. ¿Que qué es lo que ponían? Pues que los visados se habían agotado.
Con esa sensación agridulce nos fuimos para cama.
No había que perder la esperanza, todavía podíamos contar con la repesca. A los 15 días, aquellos que no hubiesen enviado la prueba médica perderían el visado así que esa era una fecha crítica. La liberación de estos nuevos visados se hace de manera manual por lo que tiene que ser en horario de oficina, que cuadra con la noche y madrugada española. Bastaba con quedarse una noche en vela y estar atento a cuando salían. ¿Fácil, verdad? PUES NO. Esto resultó ser diferente, y sacaron plazas a horas random en las que no deberían estar trabajando, véase 9:30 am hora española.
La frustración de pasar semanas sin dormir y que no diera sus frutos era inmensa y los ánimos empezaban a flaquear. Los grupos de Facebook comenzaban a llenarse de gente diciendo: “de casualidad entré en la página de inmigración y conseguí un visado. Ánimo, que podéis.” Y nosotros, con tanto esfuerzo no lográbamos nada.
Empecé a buscar alternativas, como cursos en distintas universidades para ir a Nueva Zelanda con el visado de estudiante. Aun así, mi pareja y yo nos relevábamos para cubrir desde las 10 pm hasta las 9:30 am. Como una autómata pasé horas pulsando el F5 con la mirada perdida hasta que un día me dejó acceder. ¡No me lo podía creer! Rellené los datos y pasé a la última pantalla, sólo quedaba pagar. Estaba metiendo el número de mi tarjeta de crédito cuando aparecieron de nuevo las malditas letras rojas indicando que alguien se me había adelantado. Rompí a llorar de la rabia e impotencia que sentía.
Por cabezonería o inconsciencia seguí intentándolo sin muchos ánimos. Al cabo de unos días ocurrió el milagro, se volvió a abrir el cupo y pagué el visado a la velocidad de la luz. ¡Lo había conseguido! Casi un mes después, cuando ni yo misma creía que fuera posible.
Si en el propio día no tienes suerte no tires la toalla. Si sigues estos consejos creo que tendrás bastantes posibilidades de conseguir la ansiada WHV. Si ya has decidido que quieres explorar Nueva Zelanda ven como estudiante o ven como turista, pero ven. Es una experiencia que te cambiará la vida.
¡Mucho ánimo y a por todas!
Sara.